miércoles, 16 de abril de 2008

Vivir gracias al mar.

El despertador sonó en la pequeña habitación de Paco. Dormido, se preparó un café y se puso el mono de color amarillo para salir a la mar a faenar.
Antes de subir al bote, pasó por el bar donde todo el mundo le conocía y se tomo su cortado corto de café para entrar en calor. Todos los pescadores le conocían, hacía bromas con todo el mundo y nunca dejaba de sonreír y de decir que ellos eran su gente.
Poco después se subió a el Mistral, su pequeño bote con el que ganaba lo poco que necesitaba para vivir pescando hasta doce horas sin parar.
Siempre consistía en lo mismo, arrancar el motor, enfilar la bocana del puerto, tocar dos veces la bocina a la altura del faro para saludar al hijo del farero y luego la seria mar se anteponía a todo. Sus gastadas manos sujetaban con firmeza el timón de madera gastada del Mistral y su espalda se resentía de tantos años de humedad latente.
Poco a poco se fue alejando de la costa hasta llegar a su punto habitual de pesca y simplemente esperó.
Por la noche el Mistral no estaba en el muelle como acostumbraba a estar y todo el mundo se preguntaba dónde podía estar Paco, el bar era un bullicio incesante.
De repente un muchacho irrumpió en la taberna y el silencio apareció de repente.
Mirando a aquellos hombres barbudos y curtidos por el salitre el niño dijo:
Paco está, por fin, con lo suyos

Dedicado a todos aquellos que por vivir arriesgan la vida a bordo de un barco de pesca.
A.Akerman
1º Bach. F

2 comentarios:

Anónimo dijo...

aker tio hay un monton de relatos que terminan mal...
¿Será porque la vida no es todo felicidad?

Xim

Alumno Ejemplar dijo...

Bueno Xim, realmente no es eso. Simplemente no es que no sea todo felicidad pero tampoco me resulta muy fácil escribir textos que terminen con un final feliz sin parecer un cuento de cenicieta...

Tengo pendiente para esta noche un texto sobre María y Claudia que prometo que terminara bien!

Aker.